México, 2006. Las elecciones presidenciales están a la vuelta de la esquina y la élite del país tiene un solo objetivo: preservar sus intereses a cualquier costo. En este contexto, el autor Juan Carlos Aldir sitúa a sus personajes en un thriller llamado Dónde empieza la noche.
En su novela, el poder es entendido como un tejido, como un entramado de influencias. “Cada uno desde donde estamos, somos capaces de influir en determinadas personas. […] Independientemente de la gran o pequeña influencia, el funcionamiento es el mismo”, asegura
Ciudad de México, 7 de diciembre (SinEmbargo).- México, 2006. Las elecciones presidenciales están a la vuelta de la esquina y la élite del país tiene un solo objetivo: preservar sus intereses a cualquier costo. Narcotráfico. Sabotaje político. Medios de comunicación cooptados. Sectas sexuales. Enmarcada por las elecciones de 2006, uno de los sucesos más significativos de nuestra historia reciente, se despliegan ante el lector los hilos ocultos del poder, donde los tres personajes principales son forzados a replantear sus límites.
“Lo que yo pretendía mostrar era la diversidad de posibilidades que ofrece la sexualidad humana que es tremendamente compleja y tiene un sinfín de matices. En la novela se explora mucho la relación de la sexualidad con el poder”, plantea el autor de Donde comienza la noche.
En su novela, el poder es entendido como un tejido, como un entramado de influencias. “Cada uno desde donde estamos, somos capaces de influir en determinadas personas. […] Independientemente de la gran o pequeña influencia, el funcionamiento es el mismo”, asegura Juan Carlos Aldir.
El problema viene cuando ese impulso por satisfacer los deseos traspasa las fronteras de lo aceptable, es entonces que los personajes terminan por traicionar a quienes más los aman, lo que implica traicionarse a sí mismos.
¿Hasta dónde somos capaces de llegar con tal de satisfacer nuestros deseos? ¿Seríamos capaces de traicionar a quienes más nos aman con tal de conseguir lo que queremos? ¿Somos auténticamente libres o existen individuos y contextos que nos influyen sin que podamos percibirlos? Son algunas de las interrogantes que plantea Donde empieza la noche. Esta es la entrevista para Puntos y Comas con el autor.
Bruno Dorantes, un periodista de segunda, verá su mundo volverse un infierno tras robarle una bolsa con dinero a un hombre acribillado. Sicarios, dominatrices y emprearios corruptos serán parte del repertorio de cínicos personajes con los que Bruno tendrá que relacionarse a medida que vaya adentrándose en esta absorbente trama sobre los entresijos del poder. Juan Carlos Aldir recorre la geografía del México más oscuro, aquel manchado por sobornos, negocios ilícitos y perversiones sexuales.
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–¿Por qué elegiste que tu historia involucre una secta sexual, “La Cofradía de Eros”?
–Justamente uno de los personajes principales se une con el afán de exploración sexual, de rompimiento de los prejuicios, de búsqueda de experiencias intensas. Esa es la connotación que esa cofradía tiene en la novela.
–El sexo y la sexualidad, temas presentes en tu novela, están relacionados con el poder dentro de la historia. ¿Por qué lo presentas así?
–El sexo y el erotismo son elementos muy importantes en la novela, pero es importante mencionar que cada personaje se relaciona con la sexualidad, el erotismo y el deseo, de una forma particular, según sea la circunstancia.
Hay puntos en la novela que para un personaje el sexo es simplemente goce, gusto, placer. Y en otro momento es una manifestación de amor. Luego es una exploración de obsesiones y manías. Y definitivamente también llega a ser un instrumento de control hacia otras personas, una expresión de la perversidad, un mecanismo para ejercer el poder.
Lo que yo pretendía mostrar era la diversidad de posibilidades que ofrece la sexualidad humana que es tremendamente compleja y tiene un sinfín de matices. En la novela se explora mucho la relación de la sexualidad con el poder y otro tema muy importante en la historia: la traición.
–Háblanos acerca de tus personajes principales. ¿Qué representa cada uno de ellos?
–Por un lado, Bruno busca que si vida tenga sentido. A lo largo de la historia nos va contando una vida que le parece ajena, que lo hace sentirse atrapado como si alguien hubiera escritor un guion y el sólo interpreta el papel. Él quiere una vida más auténtica. También tenemos a Leonardo, que busca que sus deseos y sueños se manifiesten y a partir de esa búsqueda, es capaz de traicionar a los demás y a sí mismo. El tercer personaje, Sandra, cuyo esposo es Leonardo, pasa por una separación cada vez más onda, así que para llenar un poco ese vacío en su vida, se refugia en satisfacer sus fantasías sexuales en “La Cofradía de Eros”, pero lo que termina entendiendo es que extraña la relación con su marido y ella en realidad lo que busca es el amor.
–¿Todos ejercemos algún tipo de poder?
–Para mí es importante puntualizar que el poder, tal y como está expresado en la novela en todas sus manifestaciones, no es entendido como una entidad que gobierna y dicta las cosas como tienen que suceder y todos obedecen. Ese es un poder muy maniqueo y simplón.
Lo que la novela retrata es el poder entendido como un tejido, como un entramado de influencias. Cada uno desde donde estamos, somos capaces de influir en determinadas personas. Y nuestra capacidad o dimensión del poder depende del nivel en el que estemos; independientemente de la gran o pequeña influencia, el funcionamiento es el mismo.
Si yo soy capaz de influir en otros para cumplir mis deseos, otros también lo hacen conmigo sin que me dé cuenta. Ese entramado de relaciones, ese entrelazamiento de historias es lo que me interesaba: como el cumplimiento de nuestros deseos influye en la vida del otro y viceversa.
–Tú novela está situada en 2006, ¿por qué elegiste ese contexto socio-político de México?
–Lo que sucedió en ese año me parece uno de los acontecimientos más significativos en la historia reciente de México. Ese momento aún hoy me resulta un poco nebuloso, medio enigmático, todavía no tengo demasiado claro qué pasó.
Me funcionó muy bien poner a los personajes a interactuar en ese contexto conocido por todos. Aunque los personajes son de ficción, el hecho de tomar ese momento histórico me permitía mostrar algo que para mí es muy importante: la verdad, la información no es unívoca, y los mismos hechos se pueden interpretar de muchas maneras; dependiendo de la interpretación se pueden llegar a conclusiones muy distintas y derivar en la manipulación.
Me parece que en el 2006, para todos los que lo vivimos, fue muy claro cómo los distintos medios de comunicación, fuerzas políticas y distintos actores, a partir de la misma información, construían narrativas radicalmente distintas. Ahí es donde viene la responsabilidad del lector por ser crítico y contrastar las versiones para poder construir su propia forma de entender las cosas.
–¿Qué opinas de la reproducción de noticias falsas en medios y redes sociales? ¿Cómo afecta el uso de la información en estos tiempos?
–Publicar noticias falsas en redes sociales es absolutamente carente de ética, un sinsentido. Lo que mostré en la novela es cómo un periodista (aunque en realidad aplica a cualquier profesión), al mismo tiempo de tener ideales, convicciones, valores morales claros y quiere desempeñarse de a mejor forma posible, también tiene necesidades e intereses. Y por otro lado está la necesidad del medio para el que trabaja, pues tiene una agenda específica.
Lo que creo es que todas estas situaciones, tanto la del periodismo genuino, como las necesidades, los deseos y las agendas, todo eso forma una gran amalgama que hace que reaccionemos o que nos comportemos de cierta manera.
Por ejemplo, Leonardo es un profesional, tiene que obedecer ciertos lineamientos que le ponen el dedo arriba y tiene que combinar su profesionalismo con la necesidad de cumplir con lo que se le impone para formar parte de una estructura. Eso es una realidad que vivimos todos desde nuestro lugar. No podríamos calificar a todos los periodistas como héroes ni a todos como corruptos. Así no funciona en la realidad. Es algo humano y complejo.
–Tienes una formación en Filosofía, Crítica de la cultura y Psicología. ¿Cómo se han nutrido de estas disciplinas tus novelas?
–Tiene todo que ver. La novela surge a partir de preguntas: ¿Cómo funciona el poder, qué es el poder? ¿Hasta dónde somos capaces de llegar para satisfacer nuestros deseos? ¿Hasta que punto somos libres? Todas estas son preguntas filosóficas. En términos de psicología, me interesó la profundización en los personajes: cómo son, qué piensan, cómo actúan. Y por supuesto con la literatura todas estas cosas se pueden aterrizar en una trama, una ficción que pueda generar emociones con las cuales el lector se identifique. En efecto, detrás de esta narrativa hay toda una construcción filosófica.